
Gorda pelotuda jugando a las pistolitas en las grutas de Villa Gessel con la canasta de mimbre abajo de un yuyo con una botella de Naranpol rellena con agua de canilla y su hijo gordo metiéndose barro por el orto junto con su padre impotente hablando por teléfono quejándose de por que el taller no puede darle el repuesto a su casa rodante oxidada sabiendo que mañana tiene que volver a Berazategui con su familia chota a mezclar concreto en la obra de la esquina.